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Cuando nos volvamos a encontrar


Hace algunos días, mi hija Romina [de 3 años] y yo, tuvimos una “discusión”. Esas discusiones que por lo general vienen precedidas de alguna travesura propia de niños de su edad. Yo estaba enojado, pues Romina no me había obedecido. Ella aparentemente también lo estaba. Me retiré a mi habitación y la dejé sola en la suya. A los 3 minutos [tal vez menos], ella me buscó y me dijo: papá, ¿jugamos? – Era inevitable acceder a su pedido y seguir jugando como si nada hubiera pasado. 

Luego de eso, me puse a reflexionar sobre las diferencias de pensamiento y/o comportamiento que a menudo existen entre los adultos y los niños. El enojo para los adultos puede durar toda una vida, pero para los niños no dura más de tres minutos. Y no solo eso, sino que luego de esos minutos, los niños se comportan como si nada hubiera pasado, mientras que los adultos vamos llenando nuestra mochila con historias negativas sobre las personas.

Los niños son capaces de decir las cosas directamente, los adultos a veces las callamos y en otras no encontramos la forma de “maquillarlas” para decirlas. Los niños hablan menos y hacen más, los adultos hablamos más y hacemos menos. Los niños no tienen miedos, los van aprendiendo, se los vamos enseñando. Los adultos en cambio, vivimos llenos de temores [muchos viven en nuestro inconsciente], de esos que nos paralizan y nos impiden lograr nuestros objetivos.

Los niños no juzgan por la ropa o por el color de piel, hasta que los adultos les enseñamos lo contrario. Los niños no tardan más de diez minutos en hacer nuevos amigos, a los adultos nos puede tomar semanas o meses en lograr hacerlos. Los niños confían en las personas, los adultos desconfiamos de ellas, hasta que nos demuestren lo contrario.

Y entonces me pregunto, cuando decimos que crecemos mientras pasan los años ¿realmente lo hacemos en todas nuestras dimensiones? ¿Realmente somos más tolerantes, más empáticos, nos comunicamos mejor? ¿Nuestras relaciones con otras personas mejoran? ¿Acaso juzgamos menos y confiamos más? ¿Escuchamos mejor? ¿Somos más resilientes?

Probablemente la respuesta a la mayoría de esas preguntas [sino a todas] sea no. Mientras nos hacemos más viejos, por lo general perdemos o dejamos olvidadas esas habilidades. Habilidades blandas les llaman algunos [soft skills], yo creo que son habilidades para la vida [life skills], absolutamente necesarias para mejorar nuestras relaciones con las demás personas.  

Es contradictorio, a los niños les preguntamos siempre ¿Qué quieres ser cuando seas grande? Tal vez a un adulto corresponde preguntarse ¿Qué quisiera mantener de ese niño que era hace algunos años? Que estas fiestas sean propicias para reflexionar sobre ello. Que nos encontremos nuevamente con ese niño que llevamos dentro. Que nuestras life skills se desarrollen de manera proporcional a nuestra edad, al cargo que ostentamos, a los ascensos, a nuestros ingresos o al vehículo que adquirimos. No hay duda que el mundo, nuestro mundo, sería mejor si los adultos recuperáramos esas habilidades.

Felices fiestas. Que el 2019, nos volvamos a encontrar.

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