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Nuevo año, nuevos retos: a momentos distintos, estrategias diferentes

El último trimestre del 2015, por primera vez recibí el encargo de completar la “encuesta de expectativas macroeconómicas” del Banco Central de Reserva del Perú [BCRP], herramienta base para determinar cómo evoluciona el nivel confianza empresarial a nivel nacional. A pesar de que es un documento fácil y sencillo de responder, me tomé algunas horas e incluso días para hacerlo. La razón: la confianza empresarial es determinante para lo que sucede con la economía en los siguientes meses.
Y es que, esa pequeña encuesta, refleja la percepción que tenemos los empresarios sobre lo que va a suceder a futuro, y en función a ello, las compañías toman sus decisiones de inversión, de contratar o despedir gente, de ampliar operaciones u otras. En esa línea, quién llene esa encuesta debe hacerlo con total responsabilidad. Solo para hacer un recordaris, hasta la primera vuelta de las elecciones del 2011, el índice de confianza empresarial [expectativas sobre la economía] era de 65, sin embargo, una vez que se conocieron los candidatos que llegaron a segunda vuelta, la confianza alcanzó los 47 puntos, y solo se empezó a recuperar con los primeros indicios del gobierno de Ollanta Humala, de que su famosa “hoja de ruta” había cambiado. A noviembre de 2015 [última información publicada por el BCRP], el nivel de confianza empresarial disminuyó a 45, cifra comparable con aquella de uno los mayores momentos de incertidumbre de la economía nacional en los últimos años, cuando las encuestas indicaban que nuestro saliente presidente iba a dirigir al país en el período 2011 - 2016.
Aunque los datos que consigné en la encuesta son confidenciales [por requerimiento del BCRP], tengo que admitir, que a pesar de la información que todos conocemos sobre la coyuntura nacional y mundial, reflejé en ella, mi optimismo sobre lo que sucederá con mi empresa a futuro. ¿Exceso de entusiasmo? No lo creo. El 2016 traerá una coyuntura tan o más difícil que la del 2015, sin embargo, por lo menos a mi modo de ver, se generarán también oportunidades que cada sector o empresa deberá identificar y aprovechar, además de replantear su estrategia y propuesta de valor.    
Parece ser que nos hemos olvidado, o hemos dejado en una parte no tan cercana de nuestro cerebro, algunos conceptos. La definición de una estrategia requiere dos tipos de componentes en el análisis: el interno y el externo. De estos, como personas y empresas solo podemos influir de manera relevante en el primero, es decir en lo que hacemos, cómo lo hacemos, para quién lo hacemos, con qué lo hacemos [dicho en otras palabras, fortalezas y debilidades]. Y si nosotros, a pesar de la coyuntura adversa, podemos decidir sobre qué hacer y cómo hacerlo, de alguna forma podemos mitigar los impactos negativos de las condiciones externas.   
En sencillo, que es lo que pretendo decir. No podemos excusarnos en la coyuntura –política, social, económica, legal, etc.- para afirmar que a nuestra empresa le irá mal el 2016. Por el contrario, debemos aceptar las nuevas condiciones de mercado y hacer frente al nuevo contexto de una manera distinta. ¿Qué implica esto? Ser creativo, innovador, romper paradigmas, pensar y actuar diferente, reconocerse como los propios gestores del cambio, redefinir estrategias y plantear una nueva propuesta de valor.  


En una entrevista publicada en su libro “La gerencia en la sociedad futura”, Peter Drucker decía: “La innovación exige que identifiquemos de una manera sistemática los cambios que ya han ocurrido en el negocio-en demografía, valores, tecnología o ciencia- y luego los veamos como oportunidades. También requiere otra cosa, que hasta hoy ha sido muy difícil para las compañías existentes: abandonar lo de ayer, en vez de defenderlo”.  Entonces queda claro, que lo primero que debemos hacer, es ser conscientes de la coyuntura externa y la de nuestro negocio, y luego tomar acción sobre ello, aceptando el cambio como parte de la nueva filosofía empresarial.