En una conversación con mi hija
Romina, de 3 años:
·
Romina:
Papá ¿El cielo es azul?
·
Papá:
Si, hija.
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Romina:
¿Por qué?
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Papá:
Así es nuestro planeta tierra.
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Romina:
¿Por qué?
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Papá:
Así lo creó Dios.
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Romina:
¿Por qué?
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Papá:
Porque así se ve más bonito.
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Romina:
¿Y por qué tiene blanco?
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Papá:
Son las nubes, hija.
·
Romina:
¿Por qué?
Fueron varios minutos de “porqués”
antes de que se quedara satisfecha con las respuestas. Esta es una constante
con ella y con mi hijo de 7 años, y seguramente con los niños en general. Desde
que empezamos a hablar, cuestionamos todo aquello que podemos, como parte de
nuestro proceso de aprendizaje. Es ese cuestionamiento el que nos lleva a
entender muchas cosas en la vida.
Lamentablemente, conforme vamos creciendo,
perdemos esa capacidad de cuestionar, ese espíritu crítico que nos lleva a
definir finalmente cuales serán nuestras convicciones, valores y principios de
vida. Es un paradigma social. En las escuelas y en las empresas, pareciera que es
casi una falta de respeto cuestionar. Los docentes y los jefes, los alumnos y
los colaboradores, dan muchas cosas por ciertas e inmutables, porque siempre se
pensaron o se hicieron así.
Hace algunas décadas, el japonés
Sakichi Toyoda [padre del fundador de Toyota, Kiichiro Toyoda], propuso una técnica
llamada los “5 porqués” [5 whys], a través de la cual se explora relaciones de
causa efecto, respecto a un problema en particular. Esta herramienta se basa en
el cuestionamiento como esencia de la mejora continua. Hoy, dicha herramienta,
en su versión original o con algunas variantes, es utilizada para diversos
fines en el ámbito de la mejora continua, de la innovación, de la gestión de
proyectos, entre otros. Ojalá la utilizáramos más en la vida cotidiana.
En mi opinión, el cambio en las
personas, en las empresas y en la sociedad en general, se basa en dos factores:
el espíritu crítico para cuestionar [nos]
permanentemente y la apertura para aceptar nuevas ideas. Solo así garantizamos
el crecimiento. Solo así es posible descubrir otras formas de hacer las cosas,
basados en la creatividad y la libertad de elegir del ser humano.
El cambio de paradigma es esencial. Cuan
distinto sería el mundo si adoptáramos el espíritu crítico de los niños, si
preguntáramos más y diéramos menos cosas por sentadas, si investigáramos el
“porqué de las cosas”, sin asumir que son ciertas porque alguien nos las contó.
Seremos mejores, en la medida que el signo de interrogación [cuestionamiento],
reemplace al de exclamación [juzgamiento].
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