Hace unos días, y después de casi 22
años, participé en una carrera de postas, en una mini competencia de padres de
familia del colegio de mi hijo mayor. Era una carrera en la que no había nada
que ganar/perder, servía más como espacio de confraternidad entre los padres. Aun
así, al parecer todos los participantes,
nos la tomamos en serio. Debo confesar, que conforme se acercaba la hora de
correr, los nervios se acrecentaban. Segundos antes de recibir la posta, sentí
adormecimiento en el cuerpo, y cuando la tuve en mis manos, todo desapareció.
Luego de culminado el evento,
reflexioné sobre esos nervios, que me incomodaron por varios minutos. Traté de
explicarme el por qué de esa reacción: ¿miedo a perder?, ¿a hacer el ridículo?,
¿a caerme?, ¿a no llegar a la meta? Tal vez todos esos. Pero lo hice, corrí tan
fuerte como pude.
Los nervios no son otra cosa que una
reacción de nuestro cuerpo, relacionada a lo que percibimos en el mundo
exterior. Es una reacción ante un cambio o ante un evento que nos saca de la
comodidad. Y la vida es exactamente igual. Un cambio de trabajo, de ciudad, una
decisión importante, una reunión con desconocidos, una exposición, una
situación de peligro, tienen en común dos cosas: resultados desconocidos y alto
grado de incertidumbre. A la vez, esas
dos condiciones, nos producen nervios, miedos, ansiedad, estrés y hasta
rechazo.
¿Qué hacer para no tener nervios? Hay
infinidad de técnicas que ayudan a gestionarlos [no necesariamente a
evitarlos]. Sin embargo, es fundamental tener en cuenta, que nuestras emociones
[miedo, tristeza, alegría, enojo], están generadas en base a nuestras
percepciones. Por ej., si nosotros percibimos que un lugar es peligroso,
evitaremos ingresar en él, aunque nuestra percepción sea poco objetiva e
incorrecta. Por tanto, lo primero será, tratar de cambiar nuestras percepciones
sobre esa situación, viendo lo que podemos “ganar”, y no tanto lo que podemos
“perder”.
Por otro lado, ¿es malo tener nervios?
Estoy convencido que no. El futbolista más experimentado o el actor más ducho,
podrán dar fe de ello. Pero cuando uno siente nervios, es porque está saliendo
de su “zona de confort” y tratando de acceder a una nueva zona que genera poca
seguridad. En ese momento, solo tenemos dos opciones: huir, como consecuencia
de ese miedo, o enfrentar la situación, y hacerse responsable por los
resultados.
Como todo en la vida, esta es una
decisión personal. En la carrera de la vida, uno decide que quiere ser, aquel
que aplaude en las tribunas o el que intenta meter el gol. Al final, los
estadios también necesitan hinchas, y los teatros, espectadores.
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