En los últimos meses, los peruanos
hemos vivido algo pocas veces visto, a raíz de la clasificación de la selección
peruana al mundial de Rusia 2018. A mi modo de ver las cosas, este hecho va más
allá del deporte: yo creo que es “peruanidad, disfrazada de fútbol”.
Pero, este proceso, también ha tenido
sus críticos, por el aparente “descuido” y “pérdida de enfoque” de los peruanos
en lo que realmente es importante para el país. Discrepo con ello, pues lo que
se vio en las últimas semanas, no solamente en Perú, sino también en Rusia, y
en cuanto país resida es un peruano, tal vez es el reflejo de lo que sucedió,
de lo que vivimos hoy, y ojalá, del inicio del cambio que queremos ver en
nuestro país.
Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra
austriaco, decía: “Las circunstancias externas pueden despojarnos de todo,
menos de la libertad de elegir como responder a esas circunstancias” [El hombre
en busca de sentido, 1946]. Y tal parece, que eso es lo que hicimos los
peruanos.
Allá en las calles y estadios de la
lejana Rusia, se abrazaban aquellos que, seguramente por instinto de
sobrevivencia, tuvieron que salir del Perú como consecuencia del terrorismo, de
la hiperinflación, de las dictaduras o de la falta de oportunidades. Y estos a
su vez, se confundían con los peruanos, aún residentes en su país natal, para
cantarle al Perú, para hacerle saber a esta hermosa patria, que desde donde nos
toque jugar el partido de la vida, siempre la llevaremos en el corazón e
hincharemos por ella.
Como no te voy a querer, Perú. Si el fútbol
ha hecho, por lo menos momentáneamente, que nos unamos más, que trabajemos en
equipo, que nos abracemos con conocidos y desconocidos, qué gritemos hasta mas
no poder, que seamos más empáticos y hasta que toleremos el error. Como no te
voy a querer, Perú, si en la compañía o en la soledad, has puesto a flor de
piel, lo mejor de nosotros, los peruanos. Nunca antes vi tanto agradecimiento
de las personas. Nunca antes vi tanta unión. Nunca antes sentí ese nudo en la
garganta, ni esas lágrimas que salían del alma.
Quién sabe, si mientras escribo estas
líneas, algún peruano esté tomando un avión, para hacer patria, fuera de ella.
Quién sabe, si aún las huellas de las confiscaciones, de los bombazos, de las
colas, de los toques de queda, de los medios secuestrados, de la política, de
la falta de oportunidades o de cualquier otra circunstancia, aún viven [y
duelen] en los peruanos. Lo que si me queda claro, es que, por lo menos estamos
entendiendo, que para que el país cambie, es fundamental un cambio individual.
Que sería del Perú, si la actitud
mostrada durante el proceso del mundial, se repite todos los días, todas las
semanas, todos los meses, todos los años, dentro y fuera de nuestro territorio.
Peruanos más tolerantes, más unidos, más respetuosos, más comprometidos, más
hinchas, capaces de hacer lo necesario para lograr un objetivo, sin importar
las circunstancias. Dicen muchos, que este es solo el comienzo. Que sea así, el
inicio de un gran cambio para nuestro país. Por eso y mucho más, como no te voy
a querer, Perú.
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