El fin de semana estuve en la playa,
disfrutando de unas horas de sol, arena y mar. Como en todo lugar, nunca faltan
los emprendedores [prefiero llamarlos así, antes que ambulantes o comerciantes]
que ofrecen desde comida, hasta juguetes y ropa de verano.
Un hecho llamó mi atención. A pocos
metros del lugar donde nos instalamos, había una especie de stand que ofrecía
platos marinos y bebidas refrescantes. El espacio se veía bonito y aseado, pero
en las casi seis horas que estuve en el lugar, solo vi a dos personas acercarse
a él. La otra cara de la moneda, eran los carritos improvisados, que pasaban de
sombrilla en sombrilla ofreciendo platos similares, pero con mucho mayor éxito
en la venta.
¿Cuál era la diferencia entre uno y
otro? No era el producto, ni la marca, ni siquiera la presencia o vestimenta.
La diferencia entre el emprendedor que vendía y el que no, simplemente estaba
en la actitud. Mientras uno se acercaba al cliente, el otro esperaba sentado a que
el cliente lo buscara.
“Si
quieres vender, sal de tu casa a ofrecer”. Esta frase la escuché por primera vez hace diez años, mientras
trabajaba en Proinversión, cuando un representante de dicha institución brindaba
un taller dirigido a funcionarios de Gobiernos Regionales. En mi interpretación,
esta no solo se refiere a salir en busca de oportunidades [o de hacer negocios],
sino a dejar la comodidad de “hacer lo que siempre hacemos”, para buscar
alternativas que nos generen resultados distintos a los que tenemos hasta el
momento.
¿Cuántos productos o empresas mueren
de manera temprana porque sus promotores no saben vender? ¿Cuántos políticos
sufren la antipatía del ciudadano por no saber comunicar? ¿Cuántos profesionales
no encuentran el trabajo soñado por esperar en lugar de buscar? ¿Cuántos negocios
o proyectos se frustran por no saber convencer? ¿Cuántos clientes pierde una
marca por no lograr empatizar?
No importa si tienes un producto/servicio
espectacular o la mejor infraestructura. Tampoco si estudiaste en la mejor
universidad o crees haber encontrado la idea de negocio que te hará millonario.
Menos aún, si consideras que tienes la solución perfecta para las personas o empresas. En la vida y en los negocios, no se
trata de quién eres tú o tu empresa, si no de cuán capaz eres de influir sobre
las decisiones de los demás.
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