Aprovechando los días festivos, estuvimos
unos días en la playa junto a mi familia. Apenas tocamos la arena, mi hijo mayor
esperaba con entusiasmo acercarse a la orilla para construir un pozo [piscina].
El primer día construimos uno de tamaño regular, lo suficiente como para que
pueda jugar. A nuestro alrededor habían otros pozos de distintos tamaños.
El segundo día sucedió lo mismo, pero
esta vez, Mathías quería un pozo más grande, por lo que elegimos un lugar más
cercano a la orilla para construirlo. Pusimos manos a la obra, cuando de
pronto, por efecto del agua, la arena se empezó a desmoronar en ciertas zonas,
obligándome a trabajar más rápido para detener el “derrumbe”. Al verme en
ajetreos, mi hijo me dijo: “Papá, no te
preocupes, si las paredes se caen o la arena se desmorona, nos da más
oportunidades para construir un hoyo más grande”. Lo que sucedió después fue
que empezamos a disfrutar y hasta celebrar la caída de las paredes de arena,
porque estábamos seguros de que eso permitiría lograr nuestro objetivo final.
Lo que me dijo me hizo reflexionar sobre
lo que sucede en la vida misma, visto desde otra perspectiva. A veces las cosas
no funcionan, los obstáculos se presentan, nuestras vidas parecen derrumbarse o
nuestros objetivos parecen alejarse. Frente a eso, tenemos dos opciones: asumir
el papel de víctima y sentarnos a esperar que la situación cambie, o adoptar un
rol protagónico y aprovechar una oportunidad de cambio, en donde aparentemente
existía un problema. A veces la ruptura o la caída, tienen que suceder, para
empezar algo nuevo y mejor.
Estamos a pocas horas de cerrar el 2019.
Por usos y costumbres, por lo general en esta época hacemos un balance de los
últimos 365 días y una proyección de cómo queremos que sea nuestro próximo año.
También ponemos en práctica algunas cábalas, condimentadas con vestimenta de
colores, maletas, escaleras, pasaportes, objetos en miniatura, uvas y demás.
Tal vez a algunos nos dé por revisar las proyecciones de crecimiento del PBI,
lo mal que le ha ido al país este año en ese indicador, o lo relativamente bien
que está el riesgo país comparado con el de otros países de la región. Algunos estarán
felices porque será su año según el horóscopo chino o porque sienten que, por
alguna mágica razón, el universo conspirará a su favor el 2020.
Cada uno con sus recursos, respetables
todos ellos. Lo cierto es que, si nosotros, a nivel individual [o empresarial],
no cambiamos en aquello que creemos está directamente relacionado a nuestros
objetivos, ni el universo conspirará ni las proyecciones optimistas nos
asegurarán que estos se cumplan. ¿Cómo podría ser mejor persona, si no trabajo
en aquello que me hace crecer? ¿Cómo podría conseguir un nuevo cliente, si no
hago nada distinto para encontrarlo? ¿Cómo podría vender más, si mi estrategia
es exactamente la misma que la aplicada el año que se va? ¿Cómo podría motivar
más a mis colaboradores, si los trato de la misma manera?
Donde hay una incomodidad, siempre
habrá una oportunidad de crecimiento. Donde se presenta una crisis, también
existe la posibilidad de reinventarse. Donde nació un conflicto, siempre habrá
espacio para solucionarlo. Don hubo dolor, el aprendizaje también será una
opción. Pero las oportunidades son solo eso, posibilidades “gaseosas”, hasta
que cada uno decide aprovecharlas y convertirlas en una nueva realidad a su
favor.
Te deseo un nuevo año con mayor
empatía, de hablar menos y escuchar más, de menor competencia y mayor
colaboración, de menos conflictos y mayor tolerancia. Un año en donde la
comunicación sea más asertiva y la apertura a nuevas perspectivas, prevalezca
sobre la tuya. Te aseguro que el éxito, vendrá en gran parte como consecuencia
de todo ello. Te deseo eso, pero además, deseo que el 2020, nos volvamos a
encontrar.
¡Un abrazo!
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