Hace poco más de tres meses, mi esposa
y yo, tuvimos una reunión con la profesora de Mathías, mi hijo de 7 años, en la
que estuvo también la psicóloga del colegio. Nos congregaba la necesidad de
tener retroalimentación en relación al resultado de algunos tests a los que
había sido sometido mi hijo. A continuación un extracto de la conversación:
[Psicóloga]:
En términos generales, Mathías ha respondido bien a todas las preguntas. Sin
embargo, es importante trabajar mejor en el reconocimiento de las partes del
cuerpo humano.
[HPP]:
¿A qué se refiere exactamente?
[Psicóloga]:
Una de las preguntas del test era ¿qué tenemos debajo de la nariz?
[HPP]:
¿Qué es lo que respondió mi hijo?
[Psicóloga]:
Indicó que “debajo de la nariz tenemos bacterias”.
[HPP]:
Y la respuesta correcta es…
[Psicóloga]:
En realidad, señor, la respuesta correcta es “la boca”.
[HPP]:
Perdón. Lo que pasa es que mi hijo respondió desde su propia perspectiva. El,
por lo menos en este caso, tiene otra forma de ver las cosas. Si vemos la
nariz, desde otro ángulo, en efecto mi hijo tiene razón.
[Psicóloga]:
(Mostrando una sonrisa) Es que, “por lo general”, la perspectiva debe ser
similar a aquella que vemos cuando nos reflejamos en el espejo.
[HPP]
Entiendo. Pero cuando yo me veo al espejo, “por lo general” este me muestra que
debajo de la nariz, tengo el surco subnasal [o surco del filtrum], por tanto,
desde su punto de vista, también la respuesta estaría errada, ¿no cree?.
Luego de un breve intercambio de ideas,
seguimos charlando sobre los resultados de mi hijo. Sin embargo, al salir de la
reunión, me quedé pensando en qué tanto tenía que ver ese hecho “anecdótico”
con el mundo en que vivimos. Mi conclusión es evidente.
No aceptar otros puntos de vista, nos
lleva a juzgar a los demás, y muchas veces, de manera dura y errónea.
Imaginémonos el impacto de esto en seres que recién se están formando [niños,
adolescentes]. Comprender, para luego ser comprendido, decía Steven Covey. Que
gran verdad, pero cuan alejada de la realidad de hoy, en la que muchas veces
asumimos el rol de los “incomprendidos”. ¡Qué bien se siente uno en el papel de
víctima!, así es más fácil pues.
Vivimos en un mundo en el que
pretendemos que nuestro punto de vista, sea el mismo que los demás deban tener.
Creemos que nuestra verdad es absoluta, y que todo y todos deben girar
alrededor de ella. Si a eso le agregamos la falta de tolerancia, la escasez de
empatía y la deficiente capacidad de escucha, tenemos la receta perfecta para lograr
que las personas se alejen, no solo de sus objetivos, sino del resto de
personas que las rodean.
¿Cómo es que queremos un mundo mejor,
si no empezamos por aceptar las ideas de los demás? ¿Cómo es que queremos
soluciones creativas a los problemas actuales, si vivimos permanentemente en el
paradigma del “incomprendido”? Menos imposición y más apertura. Menos verdades
absolutas y más entendimiento de los demás. Menos habla y más escucha. Menos
egoísmo, más generosidad. Mi opinión no tiene que ser igual a la tuya. El éxito
en la convivencia, y en la vida en general, se basa en respetar y aprender de
las perspectivas de los demás.
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