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Cuando nos volvamos a encontrar


Ayer, junto con mi hija, estuvimos tratando de construir una torre tan alta como pudiésemos, con las piezas que teníamos a mano. Tuvimos más de una decena de intentos “fallidos”, de esos en los que crees que ya estás por terminar, cuando de pronto, la “sólida” torre se desploma. Cada caída era la oportunidad de un nuevo inicio, tratando de corregir aquello que hizo desplomar la torre en el intento anterior. Con cierta sorpresa, veía a mi hija celebrar cada caída, pero retomar la seriedad al momento de cada construcción. Después de sendos intentos, logramos construir la anhelada torre.

Aún hasta hoy, me quedo pensando en ello. A veces algo se tiene que caer, para “obligarnos” a comenzar de nuevo. El mundo atraviesa una pandemia que nos hace, por lo menos, repensar cómo estamos haciendo las cosas. Sin duda estos momentos son difíciles, para personas y para empresas, para públicos y privados, para dependientes e independientes. Son tiempos de mucha incertidumbre, que no es otra cosa que la falta de seguridad o de certeza sobre lo que puede pasar en el futuro.

En este contexto, es difícil tomar decisiones e incluso pensar en alternativas, probablemente porque no tenemos la información suficiente. Lo que si podemos hacer, porque depende absolutamente de cada individuo, es determinar la actitud con la que afrontaremos esta crisis. Por lo general, la palabra crisis está relacionada a un evento negativo, con consecuencias de igual tenor. Pero, ¿por qué no podríamos ver la crisis como una oportunidad?

Las personas, las organizaciones y la sociedad en su conjunto, cambiamos siempre, de forma deliberada o por inercia. Cuando es por decisión propia, las fuerzas de querer cambiar vienen desde adentro. Cuando es por inercia, por lo general las fuerzas del cambio vienen desde fuera. Esta crisis, es una fuerza externa que, sin duda, nos hará cambiar, por decisión propia o por inercia. Para ser más claro, la sociedad y las condiciones del mercado cambiarán, y eso hará que, aunque no seamos conscientes y nos resistamos a cambiar, tendremos que hacerlo.

Pero ¿por qué nos resistimos tanto al cambio? Justamente por temor a lo desconocido, por no tener la información suficiente de lo que puede suceder luego de ese cambio. Los seres humanos seríamos felices si tuviéramos la forma de predecir con certeza el futuro. La incertidumbre no es cómoda, pero cualquier proceso de crecimiento o evolución, inevitablemente tiene una etapa de incomodidad. Algunos le llaman “salir de la zona de confort”.

Esta vez el cambio no es una opción, es una necesidad. Y bajo esa premisa, es mejor gestionarlo y dirigirlo. Solo así tendremos más claridad (no certeza) sobre los posibles resultados. Démosle a este cambio, el sentido de urgencia que merece (es hoy, no mañana). Que la creatividad sea nuestra mejor arma, que la empatía sea nuestro más grande argumento. Que la tolerancia, el respeto y la colaboración, sean nuestros inquebrantables pilares. Que estos días nos sirvan para revisar nuestras creencias y elegir aquellas que nos acerquen a nuestros objetivos. Que tú y yo seamos mejores personas, cuando nos volvamos a encontrar.

Un pozo en la arena


Aprovechando los días festivos, estuvimos unos días en la playa junto a mi familia. Apenas tocamos la arena, mi hijo mayor esperaba con entusiasmo acercarse a la orilla para construir un pozo [piscina]. El primer día construimos uno de tamaño regular, lo suficiente como para que pueda jugar. A nuestro alrededor habían otros pozos de distintos tamaños.

El segundo día sucedió lo mismo, pero esta vez, Mathías quería un pozo más grande, por lo que elegimos un lugar más cercano a la orilla para construirlo. Pusimos manos a la obra, cuando de pronto, por efecto del agua, la arena se empezó a desmoronar en ciertas zonas, obligándome a trabajar más rápido para detener el “derrumbe”. Al verme en ajetreos, mi hijo me dijo: “Papá, no te preocupes, si las paredes se caen o la arena se desmorona, nos da más oportunidades para construir un hoyo más grande”. Lo que sucedió después fue que empezamos a disfrutar y hasta celebrar la caída de las paredes de arena, porque estábamos seguros de que eso permitiría lograr nuestro objetivo final.

Lo que me dijo me hizo reflexionar sobre lo que sucede en la vida misma, visto desde otra perspectiva. A veces las cosas no funcionan, los obstáculos se presentan, nuestras vidas parecen derrumbarse o nuestros objetivos parecen alejarse. Frente a eso, tenemos dos opciones: asumir el papel de víctima y sentarnos a esperar que la situación cambie, o adoptar un rol protagónico y aprovechar una oportunidad de cambio, en donde aparentemente existía un problema. A veces la ruptura o la caída, tienen que suceder, para empezar algo nuevo y mejor.

Estamos a pocas horas de cerrar el 2019. Por usos y costumbres, por lo general en esta época hacemos un balance de los últimos 365 días y una proyección de cómo queremos que sea nuestro próximo año. También ponemos en práctica algunas cábalas, condimentadas con vestimenta de colores, maletas, escaleras, pasaportes, objetos en miniatura, uvas y demás. Tal vez a algunos nos dé por revisar las proyecciones de crecimiento del PBI, lo mal que le ha ido al país este año en ese indicador, o lo relativamente bien que está el riesgo país comparado con el de otros países de la región. Algunos estarán felices porque será su año según el horóscopo chino o porque sienten que, por alguna mágica razón, el universo conspirará a su favor el 2020.

Cada uno con sus recursos, respetables todos ellos. Lo cierto es que, si nosotros, a nivel individual [o empresarial], no cambiamos en aquello que creemos está directamente relacionado a nuestros objetivos, ni el universo conspirará ni las proyecciones optimistas nos asegurarán que estos se cumplan. ¿Cómo podría ser mejor persona, si no trabajo en aquello que me hace crecer? ¿Cómo podría conseguir un nuevo cliente, si no hago nada distinto para encontrarlo? ¿Cómo podría vender más, si mi estrategia es exactamente la misma que la aplicada el año que se va? ¿Cómo podría motivar más a mis colaboradores, si los trato de la misma manera?  

Donde hay una incomodidad, siempre habrá una oportunidad de crecimiento. Donde se presenta una crisis, también existe la posibilidad de reinventarse. Donde nació un conflicto, siempre habrá espacio para solucionarlo. Don hubo dolor, el aprendizaje también será una opción. Pero las oportunidades son solo eso, posibilidades “gaseosas”, hasta que cada uno decide aprovecharlas y convertirlas en una nueva realidad a su favor.

Te deseo un nuevo año con mayor empatía, de hablar menos y escuchar más, de menor competencia y mayor colaboración, de menos conflictos y mayor tolerancia. Un año en donde la comunicación sea más asertiva y la apertura a nuevas perspectivas, prevalezca sobre la tuya. Te aseguro que el éxito, vendrá en gran parte como consecuencia de todo ello. Te deseo eso, pero además, deseo que el 2020, nos volvamos a encontrar.

¡Un abrazo!